MODESTAS REFLEXIONES SOBRE LA FE


            El sentido religioso es el resultante de la fe de cada persona. Cada una intuye con mayor o menor firmeza la existencia de algo o alguien trascendente.
            Por lo tanto, la aceptación de lo trascendente y su sumisión a él, constituye lo que denominamos con la palabra fe.
De esta manera estamos incluyendo entre los “creyentes” a multitud de personas que, a pesar de sus dudas y errores, se direccionan hacia él.
            Aún las religiones más rudimentarias lo han hecho y lo siguen haciendo.
La Biblia nos habla de la fe de Abraham que lo lleva a abandonar su tierra y responder afirmativamente al llamado divino, desconociendo que le deparará. Toda la Biblia es un muestrario de gente, que desde las más diferentes situaciones, y con ideas a veces demasiado imperfectas, manifiesta su creencia y se juega por ella.

En el Nuevo Testamento, la fe de la que se nos habla es una fe cristiana: actitud de confianza en Jesús (sinópticos); de aceptación de la buena noticia anunciada por él (S. Pablo); sumisión y amor al Hijo de Dios (S. Juan). Una fe que sobrepasa el sentimiento y la razón y obliga a vivirla en las obras (Santiago), que es lo que denominamos “fides formata caritate”, es decir una creencia que lleva implícito el amor a Dios y al prójimo.

El Concilio Vaticano I, se vio en la necesidad de aclarar ciertos conceptos sobre la fe, y la definió como una virtud sobrenatural por la cual creemos lo revelado por Dios y propuesto por la Iglesia.
El Concilio Vaticano II acentúa la obligación de la respuesta del hombre a la revelación divina.
                                   
Podemos decir que el conocimiento de fe es esencialmente oscuro, si lo pretendemos como una evidencia científica. Sólo en la gloria “veremos” a Dios tal cual es. Pero esa percepción no constituye una postura irracional, simplemente ocurre que admitimos otra, que no está constreñida a las evidencias ni de la razón puramente humana ni de los sentidos. Que no todo lo que existe es lo que podemos ver o mensurar, y que la negación o las burlas del  racionalismo, se producen por querer someter lo divino a la limitación de la razón humana. Lo que puede ser captado de esa manera no es religión, sino dato científico. Una cosa es lo que creemos y otra lo que científicamente sabemos. Las posibles dudas son propias de los creyentes y de los no creyentes.